Prólogo:
Hardin
No siento el
asfalto helado bajo mi cuerpo ni la nieve que me cae encima. Sólo noto el
agujero que me desgarra el pecho. Me arrodillo desesperado viendo cómo Zed
arranca el coche y sale del aparcamiento con Tessa en el asiento del
acompañante.
Nunca lo
habría imaginado, ni en mis peores pesadillas habría pensado que podría sentir
un dolor semejante. El dolor de la pérdida, lo llaman. Jamás había tenido nada
ni a nadie de verdad, jamás había sentido la necesidad de tener a alguien, de
hacer a alguien completamente mío, de aferrarme a alguien con tanta intensidad.
El pánico, el puto pánico que me da perderla, no entraba en mis planes. Nada de
esto entraba en mis planes. Iba a ser coser y cantar: me la tiraba, me ganaba
una pasta y el derecho a restregárselo a Zed. Punto pelota. Sólo que no fue
así. La rubia con faldas largas que hace listas interminables de tareas
pendientes se me fue metiendo bajo la piel hasta que estuve tan loco por ella
que ni yo mismo me lo creía. No me di cuenta de lo enamorado que estaba de ella
hasta que me encontré vomitando en el lavabo después de haberles enseñado a los
cafres de mis amigos la prueba de su virginidad robada. Fue horrible y lo pasé
fatal..., pero eso no me impidió hacerlo.
Gané la
apuesta pero he perdido lo único que ha conseguido hacerme feliz en la vida,
además de todas las cosas buenas que me hizo ver que yo tenía. La nieve me está
calando la ropa y me gustaría culpar a mi padre por haberme pasado su adicción;
me gustaría culpar a mi madre por haberlo aguantado demasiado tiempo y haber
ayudado a crear a un crío de tarados; y también culpar a Tessa por haberme dirigido
la palabra alguna vez. Joder, me gustaría culpar a todo el mundo.
Pero no
puedo. Lo he hecho yo solito. La he destrozado a ella y también lo que
teníamos.
Sin embargo,
haré lo que haga falta, sea lo que sea, para compensar mis errores.
¿Adónde irá ahora? ¿Podré volver
a encontrarla?
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